martes, 12 de febrero de 2019

La lista




Llevar la cuenta de tus parejas sexuales es una actitud bastante estúpida. Solo dos tipos de personas podrían realizar tal cosa: personas con problemas afectivos, o con un ego muy alto; o las dos juntas, como una tercera opción. Y es que contar cada vez que tuviste relaciones sexuales con alguien, anotar cada pareja sexual que has tenido es un poco loco, un comportamiento de machito follador que piensa cada penetración en un gol. En el caso de las mujeres, cada chico una victoria que puede ser hasta incluso moral.

Tener relaciones sexuales con personas puede ser un acto de poder, sobre todo en lo estético de las apariencias y en lo antropofágico de poseer un cuerpo ajeno. Otsea, es decir, culiar significa tener capacidad –mayor o menor- de atraer gente y poder comértelas, como se dice vulgarmente.

El amor es el ingrediente que suaviza toda la formula, pero que cuando no está, su ausencia se vuelve hostil y banal. El sexo por el sexo puede ser un poco insano, un poco frío y nada agradable. Es como cuando te acuestas en la cama de un hospital por primera vez: todo se siente tan impersonal y pasajero que no vale la pena pensar en lo cómoda o tibia que puede ser la cama. El sexo casual es eso: culiar con alguien por culiar sin pensar en quien es. Obvio que es distinto cuando es con ese ser que se desea y se conoce, las ganas son más intensas y las posibilidades que se concrete algo son altas. En cambio, si se desconoce al ser amante, la situación se llena de incertidumbre. Puede ser una relación clínica, como con el doctor; o como ir a una playa, pero nudista y con carisias, o como amor a primera vista, sin medir la pasión.

Nunca pensé en que una lista podría ser tan larga, incluso después de borrarla. El hecho de haber realizado una lista ha producido que el fantasma de la cuenta siga rondando en mi mente, atormentándome con el eco de los dígitos. Quizás es mi pasado promiscuo que me pena o solo el morbo de la capacidad copulatoria que tengo. No lo sé, pero la lista sigue sumando hasta que se me caiga el pico y se me salga el hoyo.

Tuve que comenzarla cuando tenía 15 años. Era un joven e inexperto niño de piel tersa y erecciones fáciles que se escabullía en los chats gay que circulaban en el internet del 2012. Solo quería experimentar el sexo, sentir como me poseían y me desearan tanto como para quedar flechados, al flecharme el culo. Era una suerte de lolito, un chico que solo deseaba ser deseado por los chicos que me veían por la net. Solo quería un poco de amor, y no sabía como encontrarlo. Ahora que miro ese episodio de mi vida en retrospectiva, pienso en que solo buscaba alguien con quien identificarme y sentirme aceptado –so sad-.

No fue necesario culiar para iniciar la lista, esta solo era una manera de ordenar las relaciones que ya había tenido.  Era un ejercicio de memoria para hacerme consciente con quienes me acostaba y cuantas veces lo hacía; y determinar quién –posiblemente- estaría tocando mi corazón con su pico. ***Aclaro que cuando era más pequeño tenía una idea muy mal concebida del amor y donde hayarlo, por lo que el sexo era más relevante que construir relación, ya que –pa mi- era el inicio de una relación. Podría haber comenzado con veinte personas, teniendo en cuenta los dos años de ventaja que llevaba antes de comenzar la lista, y más de cuarenta encuentros en total. Me sentía eróticamente querido, deseado por un pene jugoso que se erectaba al pensar en ese recuerdo; me sentía realizado después de tener sexo, como si fuera un partido de futbol ganado.

Estas ganas locas por querer expandir la lista me llevaron a calles, pasajes, subidas y escaleras para encontrar sexo casual. Cada día era un encuentro latente, por lo que no había que perder tiempo, navegar por internet era la nueva forma de cazar a esa ballena rosada llamada sexamor. La lista se hizo imparable, como si hubiera cobrado vida. Cada vez que la abría para husmear me daba cuenta que era más larga de lo que estaba ahí, por lo que tenía que hacer un trabajo de actualización frecuente. Era un trabajo de recordar, de recapitular una escena erótica vaga y movida, donde estuve con los ojos cerrados el mayor tiempo, una evocación de sensaciones y sentimientos que no siempre eran buenos o agradables, ya que también me recordaban lo pasajero que era.

Evocar también puede abrumar, porque al despertar el pasado también se despiertan pensamientos incomodos. Recordar y olvidar son elementos necesarios para vivir y continuar viviendo: uno selecciona lo que quiere recordar, lo significa en su presente y desecha/omite lo que incomoda. El futuro se aproxima, y cuando éste parece incierto es mejor desempolvar para recapitular y dar nuevas interpretaciones. Sin embargo, cuando se recuerda por recordar –como en la lista-, sin querer se recuerda lo que se había dejado atrás, pesando como una mochila con textos educacionales de todas las materias.
Sentía que con cada actualización la mochila se lleva de libros con recuerdos que no quería leer, pero aun así la actualizaba. De sorprenderme pasé a espantarme por lo larga que se hacía. Entiendo que a lo largo de una vida humana las parejas sexuales sean varias, entendiendo todos los contextos. Pero a medida que pasaba el tiempo en mi corta vida, la lista duplicaba las expectativas que todos tenemos al ser adolescentes. Ya no me sentía confortado, si no que asqueroso y fácil. Así que la abandoné.

Tras varios años, alrededor de los diecisiete, la borré. Abrir ese documento entrañaba una parte de mí que me avergonzaba, porque al fin entendía que era enfermo contar las personas con quien había culiado y que tampoco hacia bien. Era momento de dejar atrás y continuar con la vida salvando solo bueno y así continué.

Desde ese momento la lista ya no fue más, hasta hace muy poco. Estando en el baño me acorde de esta anécdota juvenil y me dio risa lo tonto que fui, después me di cuenta que me estaba penando again y que era mucho más larga de lo que recordaba. Y solo pa que entienda que tan grande diré: la película 300 es una buena aproximación de la cantidad de chicos con que he fornicado.

Irónicamente, me siento como un mercenario del sexo, un gatito de la calle con armas a tomar y que solo ronronea por un plato de leche y unas caricias pocas.
miau



miércoles, 1 de noviembre de 2017

Antes escribía como el hoyo. Ahora no tanto.

creo.

Qué es real?






  Después de un largo viaje hasta mi hogar, mi tío me ha dejado claro que, como joven adulto, no sé nada y que no puedo estar ensimismandome en mis problemas. Mi tio es un adulto mayor, por lo que siempre se le escapa la típica frase que pregona la experiencia de la gente mayor. Y le encuentro toda la razón; nuestra juventud no sabe nada. Una de sus reflexiones fue que "creemos ver bajo el fango". Nos creemos la raja, porque sabemos sobre tecnología y cultura global, pero cuando nos toca enfrentarnos con verdaderos desafíos demostramos lo inexpertos que somos en vivir.

 Me bajé del auto un poco mareado. La charla sobre la juventud comenzó a hacer efecto en mi cerebro. En mi estomago crecía lentamente un malestar que tomaba hasta mi pecho. No era un peo, ni algo que me cayó mal, más bien era una cadena de suspiros que habían sido provocados por el razonamiento de mi sabio tío.

   -En qué estoy mal- me pregunté desesperado. -Enserio preguntas eso? es que no te das cuenta?- respondí alterado. -Son tus acciones, tus mentiras, tus falsas facetas las que no te dejan ser natural. Y mientras más las alimentas, más suspiros se alojan en tu pecho. Si no te redimes explotaras por tanto aire acumulado- concluí. 

   Estar en familia me hace sentir natural. Soy yo y nada mas que yo. No necesito hiperventilarme o tratar de figurar para sentirme parte, porque ya estoy ahí. Ellos me quieren y yo a ellos. Se sus problemas, sus reflexiones y sus historias de vida. Pero ellos no saben de mi, y me duele que no les pueda contar quien soy. ¿Por qué? porque soy un enredo y no sabría donde partir. La cara de niñito bueno se iría a las pailas en un dos por tres si cuento todo lo que he vivido. Un alma de cuarenta en un cuerpo de veinte.

   Quizás, la única ventaja que poseo es darme cuenta en lo que fallo. Tal vez, la única desventaja que me altera es no poder valorar mis acciones. Se qué es real? qué es bueno? qué es el futuro? qué es vivir?

   Me siento abrumado por tantos pensamientos, y mi presión comienza a bajar. Me siento en el escusado para descartar si es un peo. -El caficheo no es lo mio- razono. Desde que vi al caballero, ronda en mi mente una especie de suciedad. Me lo follé con escrúpulos, y ya no quiero verlo más. El dinero da lo mismo, va y viene. Lo único que me importa ahora es sentirme bien conmigo mismo. Tengo un problema con el sexo, con mi identidad y con mi futuro.  

   Siento la taza marcada en mis piernas. Me paro sin éxito y me lavo las manos. El espejo contempla todo mi cuerpo. Me miro sin pestañear para observar lo que soy. Solo logro ver a un joven bonito con ojos brillantes. ¿Quién fui/soy/seré? ¿Qué quiero para mi? ¿Qué será de mi? ¿Quien está para mi? ¿Cómo puedo dejar de suspirar? ¿Qué es real en mi? Apago la luz, pero no salgo del baño.
Contemplo mis pensamientos mirándome en el espejo. 
  

sábado, 28 de octubre de 2017

Cafiche mode





       Que hace un joven pobre y desordenado, ante la oportunidad de disfrutar con gente que escapa de su clase social? la ética de clases queda en entre dicho cuando frente tuyo está la opción de disfrutar como si fueras parte de los círculos más top de Chile. Soy un gato boquiabierto frente a una carniceria llena de jamones jugosos, colgando en el mostrador. Pero yo no estoy acostumbrado a esos tipos de jamones, y quizás nunca más pueda acceder a ese mundo.

       Con 30 años mayor que yo y unas cejas tan densas como el Amanzonas, Alfonso ha quedado cautivado con mi desplante. Y no es que yo sea una persona maravillosa e inteligente. Para el soy una persona exótica, entretenida y espontanea, "con una inocencia de niño que encanta". Yo creo que más que eso, para él soy un rotito entretenido, que le hace ver las cosas como si cualquier hijo de empleado le estuviera hablando. Mi simpleza de vida, austera y monótona, lo sorprende cuando me hace entrar en contacto con su vida llena de lujos. Soy como un mocito, que desde un hogar humilde, queda fascinado con la vida de sus patrones cuando le toca trabajar en la casona.

       El año pasado tuve el placer de conocerlo. Nos juntamos en el centro social de la ciudad, donde el me esperaba en su flamante BMW, para que lo acompañara a almorzar a un restaurant peruano. La infaltable papa en la boca era muy notoria, por lo que tuve que adecuar mi lenguaje a algo menos soez, lo que me puso nervioso. Entramos al restaurant un poco pasados de la hora de almuerzo, debido a mi poca puntualidad para llegar. El local estaba lleno, así que tuvimos que esperar parados junto a la puerta de entrada. Su cara de indignación era tal, que no podía aguantarse los comentarios ácidos hacia la atención. Cuando al fin pudimos sentarnos, se le antojó almorzar un pescado "a lo macho, el cual dejó a un lado después de probarlo porque no estaba a su gusto. En mi interior sentí que ese acto de desprecio hacia la comida era su arribismo en su máxima expresión, algo natural de sus círculos.

       Las siguientes horas no variaron mucho; cada vez quedaba más sorprendido por su nivel adquisitivo y cultural, que las palabras se me hacían escasas para poder responder a las interesantes historias de viajes y trabajos. Sus invitaciones a comer y a fumar marihuana me transportaban a una atmosfera llena de hedonismo y lujos, al que no estaba acostumbrado ni tampoco había imaginado. Mi identidad cada vez se iba falseando más, para hacerme adecuado a su nivel; ser menos roto.

       Las personas que tienen mucho dinero, o que pertenecen a una clase social alta tienen un gran problema: les cuesta decir las cosas como son. Siempre que tratan de decir algo burdo/ordinario/grosero, buscan una alternativa más suave. Quizás es un detalle, pero como muy bien dicen por ahí "el lenguaje construye realidades", y el no querer decir las cosas tal cual son quiere decir que evitan ser parte de esa realidad. Alfonso es un buen ejemplo. Nuestra junta tenía por principal motivo la oportunidad laboral de trabajar en su casa de veraneo "administrándola". Al rato entendí que este tipo de trabajo conllevaba algo más que trabajar. Poco a poco fue acercándose a mi con una intención seductora casi galante, hasta que tuvo la seguridad de tocarme la espalda con la excusa de que estaba muy tenso. De inmediato me puse incomodo, por lo que tendí a alejarme.

       Apresurado en su objetivo, me agarró del cuello y me dio un beso. Yo no lo podía creer, estaba siendo forzado a besar a alguien mucho mayor que yo. Al principio no atiné a moverme (y no porque me hubiese gustado), por lo que el rápidamente me desabrochó el pantalón y notó que estaba un poco erecto mi pene. El nerviosismo me había hecho sentir adrenalina, por lo que me sentí un poco caliente con la situación, pero no al borde de querer tener sexo con el. Me dio una pequeña mamada y le paré los carros. Mi excusa fue que no era la intención con la que venía, y que había sido desubicado. Para el, solo fue un "chupetin de amigos". Me descolocó al termino de su oración.

       No sé si ustedes,pero yo a mis amigos no les doy un chupetin de amistad (aunque quisiera), porque hay confianzas que no se violan. El podría ser un sujeto muy interesante y ameno, pero su actitud de donjuan solo demostraba el poder que sentía sobre mi y sus ganas de saciar su calentura.
Lo que siguió de noche solo fueron momentos de incomodidad y paradas de mano. A pesar de que la conversación seguía, su actitud seguía siendo seductora y canchera. Un viejo intentando ser joven, acostandose con jovenes, carreteando con jovenes, tratando de verse como tal.

       Después de ese día no nos vimos más. Desistí de la idea de trabajar para el, porque más que trabajo sería acostarme con el para que me diera plata y hierba. Aun que la idea no era mala, no iba conmigo.
Hoy me ha vuelto a hablar. No sé que le dio por acordarse de mi. Parece que el chico de turno se aburrió de él después de haber viajado a Europa por dos semanas. Al ver su numero en mi lista de conversaciones en wsp me hizo recordar la sensación incomoda de estar entre sus manos arrugadas.

       Sin embargo, a diferencia de la vez pasada, entendí de inmediato su intención. Me hablaba para
invitarme a viajar a un crucero, al que obviamente no iré. No obstante, no significa que no vuelva a verlo para pasarlo bien un ratito más. Ahora quizás hasta me lo folle por un poco de plata y hierba. Total, el no vive en esta ciudad y en que vuelva, pasara otro año más. Y mientras sea pesado, arisco y consciente de mi clase (a donde pertenezco), darme un lujito con este ratón de alta alcurnia no estaría mal para este verano.



jueves, 26 de enero de 2017

J o y i t a

La historia de un escort.-
Cuando el físico se vende:
Joven de 29 años cuenta su experiencia como trabajador sexual y profesor de educación física.

León es un argentino radicado en Chile desde hace 16 años. Llego al país junto con su familia cuando tenía 14, escapando de la mala situación económica y política que enfrentaba Argentina en el 2001. Algunos familiares regresaron cuando la crisis mejoró, pero el decidió quedarse y continuar su vida en Viña del Mar. Ahora con 29 años, León es profesor de educación física, y además, es escort en sus ratos libres.

Por razones de privacidad y trabajo, León reserva su identidad, “trabajar entre deportistas de alto rendimiento genera influencias y hay que mantener una imagen respetable”, argumenta. “Como profesor prefiero hacer clases en gimnasios, que en colegios; deportivamente, prefiero trabajar en mi país, porque acá son un poco flojos, en el sentido de mantener una constancia en el entrenamiento durante el año”, expresa mientras muestra fotos junto con Mostaza Merlo, director técnico argentino.

“Me gusta más hacer clases a deportistas y ver que el trabajo que hacemos rinde frutos y que va bien, a que tener 25 chicos haciendo salto de cajón porque lo tienen que hacer o si no se sacan un uno. Lo mío es más de formar una especie de mini campeones, que trabajar con futuros “vaguitos”, enfatiza con un toque de humor. Lo suyo, como dice, son los futbolistas o tenistas de alto rendimiento, que buscan destacar en competencias.

            Su inicio como trabajador sexual parte desde su misma área de trabajo hace tres años,  gracias a la propuesta de un alumno que también lo era. “Me dijo que ganaba muchísimo dinero. Pensé “y por qué yo no” y acepte. Creo que lo hice por ambicioso. Y claro, era muchísimo dinero en poco tiempo, pero hay que tener la mente muy fría, un estomago gigante y ser un poco actor y psicólogo” recuerda.

La clientela es muy variada -cuenta con entusiasmo-, desde abogados, médicos, arquitectos, gente profesional, como también estudiantes y gente común, pero la mayoría con un gran poder adquisitivo. No importa el sexo, hombres y mujeres buscan sus servicios, como también casados o parejas homosexuales. La ganancia es bastante, pero inestable; depende de la ciudad y la altura del mes, moviéndose entre $250 mil a $600 mil.

Sin embargo, esto no es definitivo, el sexo por dinero no es lo suyo. “Claramente, a futuro, no me veo en esto. Espero seguir entrenando a tenistas que sean más o menos importantes o trabajar en un equipo de futbol como preparador físico. El sexo por dinero no es lo mío, por placer sí, pero con gente que quiero estar en el momento”.


A esta maravillosa historia sobre el perfil humano de un escort, mi profesor le puso un 3,5, argumentando que un ESCORT no es un personaje popular. Me sentí humillado. Quería correr de la clase y esconderme entre mis tapas, pero después pensé "lo ha repetido tantas veces y con una cara de bochorno, que le ardió en su hoyo de viejo culiao que entrevistara a un puto". Creo que nadie supo que era yo. Al terminar la clase salí sonriendo y me despedí "que esté bien".